domingo, 5 de noviembre de 2017

Escalera de Penrose

                                                                     Klimmen en Dalen, M.C. Escher

Desperté con la idea del quebranto del espíritu, y la respuesta se hizo presente sin esperar; una sacudida de certeza me mostró que lo esencial no es materia, ni lo será jamás. No se crea ni se destruye, simplemente es. Se expande y contrae, como la pulsión que late en la fragilidad de este cuerpo. Somos un pedacito irrisorio de la realidad tangible, en este cuerpo que nos abstrae, y nos hace creer ejes dominantes.
                Dicen algunos autores que Sigmund Freud hizo un hallazgo revolucionario, que constituyó una herida narcisista para la humanidad: comenzó a trazar la idea de que no somos dueños de nosotros mismos. ¿Cómo así? Claro está que nuestra soberbia innata nos lleva a creer que somos dueños y artífices de este cuerpo que poseemos, y de la vida que llevamos. Solemos creerlo, desplazando un terreno sombrío que angustia y paraliza, como todo lo desconocido. Subrepticio, latente, siempre amenaza con aflorar (y lo hace) en formas manifiestas que afectan al yo consciente y nuestro día a día.  El Psicoanálisis lo llama Inconsciente, y la Psicología Junguiana lo condensa en la sombra.  Me gustaría detenerme en este concepto: sombra. Para mí, irrevocablemente acertada. El Inconsciente es sombra que pulsa, queda al margen de lo conocido, pero nos articula cual titiritero, desplazándonos por el escenario de la vida.
                La vida consciente se caracteriza por la ambigüedad, por la tensión e intercambio de fuerzas, avances y retrocesos, ganancias y pérdidas. El devenir de la vida nos hace creer que lo consciente es todo lo existente. Pero cuando nuestra humanidad sucumbe, comenzamos a ampliar el espectro perceptivo, a hacernos preguntas, cuyas respuestas dependerán de nuestro trazado fantasmático.  Los mecanismos de defensa que empleamos intentan protegernos del desplome.
                El yo es un entramado necesario, pero también engañoso. Sus reveses nos pueden impactar, generando bloqueos y divagues altamente conflictivos. El entramado del pensamiento nos permite organizarnos, pero también puede sujetarnos de los tobillos y hacernos trastabillar. Es el tamiz de la experiencia viva, el ecualizador de las vivencias, de lo conocido, y también del porvenir. Intenta procesar la angustia de aquello que no conocemos, que no esperamos, que sucede y nos inmoviliza. Afortunadamente, cuando la vida nos mira a los ojos, no nos encuentra a la intemperie. Me gusta pensar que esta esencia valerosa nos brinda herramientas, tales como la intuición, para hacerle frente a aquello que nos atraviesa.  La intuición es un llamado sin palabras que puedan leerse u oírse. Se saben, se acogen en lo profundo del ser. Nuestra humanidad nos permite hacer eco de esa señal, actuar en consecuencia o bien ignorarla. Pero el espíritu sabe, es claro, dada su naturaleza etérica.
                Las disciplinas cerradas, son una proyección del yo entrampado, una mentalización aguda, cual Escalera de Penrose. Ya sea en el Psicoanálisis, la Biología o la Historia, si se niega o vela el carácter esencial de las cosas, el misterio, la fe, las teorías quedarán tambaleantes.  La vuelta racional exhaustiva a la vida, nos apresa. Como toda resistencia, nos imposibilita y condiciona. Pero el abandono consciente, la certeza que nos brinda el conectarnos con la naturaleza esencial, el propio ser, oficia de agua mansa que nos contiene y mantiene a flote. Para esto no se necesitan (de hecho, se evitan) las teorizaciones. Es necesario dejarse llevar, agudizando el oído espiritual, los sentidos que captan lo intangible.
                El registro simbólico, el mundo de las palabras, articula ese llamado sutil, para que despleguemos el sentido de ese mensaje y lo impliquemos en nuestra vida. El devenir del misterio nos hace fluctuar, y el yo es el timonel que se genera durante el paso por nuestra vida. Las elecciones que tomamos son el curso que toma el propio ser, atravesando el entramado laberíntico del pensar. Cuanto más nos abandonemos al ser, más se sentirá la influencia de fuerza que ejerce el axis mundi.



lunes, 30 de octubre de 2017

Estoy ubicada exactamente
en el mismísimo punto áureo
de la calma que antecede
a la tormenta

puedo sentir
la interminable ausencia
del alma de los pájaros
ni siquiera se oyen
los arrumacos de las palomas
ni un solo auto que pasa
por la concurrida Necochea
ni un solo perro ladrando
ni una sola respiración,
más que la mía

estoy despierta
el flash de un relámpago
me levanta los párpados
abro los ojos, y los vuelvo a cerrar
esperando el eco de un trueno
que nunca se oyó

segundo flash

tercer flash

fueron tan seguidos
e inconsecuentes
que me pongo nerviosa
y  en la leve claridad que se filtra
por la persiana
diviso una forma antropomorfa
parada frente a mí
y sin pensarlo la enfrento
y la golpeo

era sólo una campero en mi perchero
estoy nerviosa
asustada
me escondo para escribir esto
nunca me asustaron las tormentas
creo que me acostumbré,
últimamente
a detectar la peligrosa calma
antes de la tormenta
y por eso hoy, temo

me consuela
sin embargo
el acto involuntario de enfrentar
y golpear
aunque sea sombra inanimada
a aquello que me amenaza

tal vez
como la tormenta
sea yo quien se despierta
lentamente

El dolor duele
para que la vida, vide
sí, vide
la vida, vida
el verbo más irrepresentable
del lenguaje
que no sé si alguien alguna vez
pensó que existiera

hay preguntas comunes al fluir
de la humanidad
¿por qué ahora?
¿por qué a mí?
¿por qué tiene que pasar esto?
¿dónde está Dios?
Dios está en la gente que vide la vida
Dios tiene los ojos de Todo
está en todo y todos

la flor índigo del conocimiento
en un tapiz
o una manta
hecha en un telar, por manos del tiempo

veo juncos a la orilla del río
pestañas lacrimosas
brotes incipientes
descubrimientos sedimentosos
un anillo de oro
que resurgió del fondo
una falda de tul que se mece
y suaviza el ambiente
la simetría de un rostro
que se transforma en mil
un origami que se despliega
un suspiro que inaugura calma
una chispa que bendice el vacío
una cerradura que conecta dos umbrales
acordes que estremecen
pasos que acompañan la visión se desvanece y yo vuelvo a recostarme mareada de alegría saboreando la frescura del agua y relamiendo la suavidad de mis labios cierro los ojos y pienso en cómo todo comenzó ...

El gran viaje


En la luz reflejada
vi la tibieza
mi inicial
tu respiración

las pupilas dilatadas
trayendo melodías de antaño
placeres arquetípicos
de una humanidad
obligada a encuadrarse

Desenfoque
tus pestañas silban un viento
de un lugar que no conocía
que quise ver
que quise pensar

sobrevuelo un abismo sagrado
lleno de cordeles dulces
no hay ojos allí
es la ceguera más sabia la que reina

estallido infinito de color
con cada embestida
con cada palabra
una palabra que se filtra en un espacio
donde las palabras se desintegran
se convierten en energía
en pulsión
en anhelo de un impasse de vida

las palabras llegan a un umbral
y se deshacen en colores
en todo aquello
que no se podrá explicar jamás

como la curva suave de tu sonrisa
como el mundo de tus ojos
como el camino de vida
que nos hizo confluir



paseé por un espacio
sin aire
aún así
totalmente libre
pasé por la desórbita
por el anillo de Saturno
por la filosofía de Camus
por la mente de Ponge
y de la abeja que lo inspiró
pasé por el dolor de una madre
por el llanto de un niño
y la dicha de quien llegó
al término de su vida, feliz

pasé por la muerte
por la vida
por las conexiones neuronales
por el aroma del eucaliptus
por la sonrisa de mi niña favorita
por los errores de un empleado
por el trajín de una ciudad
por la lluvia cayendo sin parar

besé los labios del Todo
besé en la boca a la vida
que nunca me dará la espalda
porque la abrazo
la respiro en cada esquina
la honro en cada encuentro
la veo en tus ojos
le sonrío a menudo
le agradezco
la ilumino
la hago culminar
y volver a empezar
de eso se trata el infinito,
que visité hoy

Por qué será? hoy pensé:
me gusta que las fotografías se revelen
como los secretos
como las verdades
me gusta que se revelen
con V, pero más con B
que se revuelen
que se revienten
que se reavivan
sin detenedor, sólo revelador
como el futuro de quien ve
tras el visor
y ejecuta
los únicos disparos
que quiero oír

El hueco que suena como el mar


El espacio entre tu hombro
y tu cuello
suena como el mar

la luz de emergencia
el verde del árbol frutal
me recuerdan a la superposición
de tu risa sobre la mía

el espacio entre tu nariz
y tu comisura
aloja mis besos fugaces

el frío del cristal
y la humedad del ladrillo
no pueden contra el calor
de tus sábanas, y de tu abrazo

el espacio entre tu hombro
y tu torso
huele a la piel que soñé una vez
al despertar que se regó durante años
para venir hoy hasta acá
a recordarme que a la vida
hay que darle un empujoncito

un espacio
para que porte maravillas
y aloje los suspiros
de una canción interminable