sábado, 28 de marzo de 2020

La ballena celeste



Con lágrimas en los ojos te cuento
mi abuela usaba un camisón celeste 
y me dejaba recostarme en su panza cada noche
que dormíamos juntas
su panza era como el mar
enorme y tibio
como una ballena dulce, que olía a caléndula 
una ballena suave y paciente, que escuchaba mil veces mi contar 
que mil veces me veía saltar, jugar, inventar
me regalaba su cocina y millones de ingredientes para crear recetas locas, de arena, polvo de hornear, botones y sal
me enseñó a hacer perfume, con alcohol y pétalos de rosa de su jardín 
me enseñó repostería, a hacer ñoquis y que si me tocaba la hoja de laurel del tuco, era mi turno de lavar los platos 
me dejaba ensuciarme para jugar e investigar
me dejó alojar mis colecciones enormes de juguetes en su casa, porque ella también adora coleccionar
me enseñó a protegerme con palabras
también a bañarme con ellas  -a ella le debo la pasión por leer- 
se ponía sus lentes para leer mis cuentos
y también en la hora sagrada del té nocturno
mientras ella hacía palabras cruzadas, mi cuerpo inquieto de hormiga se sosegaba
y me dejaba mojar las Criollitas en su té de boldo, hasta que casi se deshacían
recuerdo meter la nariz en la taza y jugar a que me perdía en la negrura de la infusión, y en su aroma profundo
tan profundo que lo llevo en mi corazón
como las caricias de la ballena dulce, que el tiempo voló su memoria, pero nunca su ternura 
“Abuela, ¿te acordás?” “No, hijita” “No importa abu, yo sí”

Yo sí me acuerdo, y escribo para no olvidar